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Cómo operan la caza furtiva en la provincia: lo que hay que saber para erradicarla

A través de este material, presentado en las XIX Jornadas Técnicas Forestales y Ambientales, que se llevaron adelante en la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Nacional de Misiones, la guardaparque Clara González explica esta problemática y las soluciones.

La caza furtiva o furtivismo es la actividad ilegal de aprehensión, captura o caza de animales de la fauna silvestre. A nivel mundial provoca gran impacto en la naturaleza, en muchos casos llevando a la extinción a especies muy requeridas por el mercado de tráfico de fauna. Es un negocio millonario. En la provincia de Misiones la expansión colonizadora desde 1900 se desarrolló en espacios prístinos y selváticos donde la fauna era abundante y una posibilidad de alimento. La caza en ese momento era una actividad habitual en todas las zonas de chacras.

En 1982 se sancionó la Ley XVI-11 “Conservación de la fauna silvestre” (antes 1279) que prohíbe la caza, captura, aprehensión o venta de la fauna nativa en el territorio provincial. Hoy, después de muchos años de acción depredadora, nos encontramos con la realidad de que la fauna salvaje se halla amenazada. Contribuye negativamente el desconocimiento de una parte de la sociedad sobre el rol de la vida salvaje animal y su significado en la preservación de la naturaleza. También el componente cultural arraigado acerca de no condenar la caza como actividad predatoria.

Los guardaparques son los responsables de control y vigilancia de los ilícitos ambientales. La elaboración de actas de infracción o constatación de estas actividades permiten evaluar la metodología que se desarrolla para la caza furtiva.

La metodología se basa en la observación y constatación de las diferentes técnicas desarrolladas por los cazadores. Se pueden definir distintas etapas 1) captura de la presa 2) reconocimiento del terreno 3) modus operandi del establecimiento de un espacio de caza furtiva, muchas veces dentro de las Áreas Naturales Protegidas.

Para la captura de la presa, utilizan medios que suelen denominarse “cebaderos artificiales”. Una de estas técnicas consiste en colocar sal de mesa en un envase plástico generalmente con una base perforada, donde la humedad facilita la filtración de la solución salada. Los animales se acercan a alimentarse de la tierra con sal, lo que se denomina localmente como “saleros”. La sal es buscada sobre todo por los mamíferos herbívoros.

También los arman con la colocación de frutos como palta (Persea americana) o maíz (Zea mays), para especies como la paca (Cuniculus paca), siendo la época de mayor caza furtiva de esta especie en el invierno.

Para colocar el cebadero suele haber también una búsqueda de especies arbóreas que constituyen fuentes de alimento de la fauna nativa, es el caso de alecrín (Holocalix balansae), espina corona (Gleditsia amorphoides), aguay (Chrysophyllum gonocarpum), ybaporoity (Plinia rivularis), timbó (Enterolobium contortisiliquum).

Los espacios donde hay cebaderos son fáciles de reconocer debido a la alta actividad de mastofauna (animales de tamaño considerable). En los sitios donde se colocan los saleros, se realiza una estructura a unos 3 o 4 metros de altura, generalmente con ramas del lugar o varas. A esto se lo denomina como “sobrado”. Permite no ser percibido por el animal y lograr tener buena visión del espacio. También colocan hamacas a la misma altura y son desmontadas con mayor facilidad.

Otra metodología de captura son las jaulas, donde el animal es atrapado vivo, generalmente lo utilizan para pecaríes (Tayassu pecari).

Las “simbras”, “lazos” o jaulas de metal también son utilizados para fauna menor o avifauna, aunque no son tan comunes.

Para matar a los ejemplares, estos depredadores utilizan armas de fuego o blancas, generalmente escopetas de fabricación casera.

Los cazadores realizan el reconocimiento del terreno a través de “trillos” dentro de la selva, generalmente cuando se buscan especies de mastofauna. Recorren mayores extensiones cuando pretenden dar con aquellos espacios donde los animales buscan alimentos o agua. Por esto, los cauces de arroyos o los sitios con nacientes son los espacios más comunes de caza furtiva. Muchas veces la extensión de los senderos que recorren los cazadores puede tener hasta unos 15 kilómetros. Pueden ser dentro o fuera de las áreas naturales protegidas. Una observación interesante es que el sendero que realiza el tapir puede ser ocupado para la caza furtiva, debido al tamaño que posee el animal.

Muchas veces la cacería dura varios días, estableciéndose en lo que se denomina “campamentos” dentro de la selva. Estos campamentos constan de estructuras básicas con alimentos, equipo de cocina y para pernoctar, armas de fuego, y elementos para realizar cebaderos. Generalmente si se encuentran más alejados, su estructura es progresiva con los años, estableciéndose como un sitio permanente reconocido para varios grupos de cacería.

Otra metodología es la denominada “mariscada” que consiste en el seguimiento de grupos específicos de fauna, generalmente piaras de pecaríes labiados, o el encuentro casual con cualquier espécimen que pueda representar una presa. Este método generalmente es de cazadores solitarios, los otros formatos se pueden realizar o no en grupos.

La caza furtiva sigue siendo una actividad que golpea, sobre todo en la zona Norte de la provincia. Durante los procedimientos de los guardaparques se destruyen los sobrados, y también los saleros para evitar que la fauna regrese al lugar en búsqueda de alimento. Si bien se realizan actividades de educación ambiental como proceso para crear conciencia sobre la importancia y función de la fauna nativa en la naturaleza, la actividad de control y vigilancia es el método inmediato, respaldado por un marco legal, para la prevención de estos ilícitos ambientales. Por la guardaparque Clara González (*)

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