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Si bien las mujeres representan la población más afectada por los desastres naturales, ellas son también las protagonistas en la lucha contra el cambio climático, sobre todo en regiones fuertemente golpeadas por las catástrofes ambientales, como América Latina o el Caribe.
Las mujeres y niñas responden por el 80 % de las personas desplazadas por catástrofes y cambios relacionados con el clima en el mundo, mientras que la población femenina e infantil tiene 14 veces más probabilidades que los hombres de morir en un desastre climático, según datos de la ONU.
El impacto climático en Latinoamérica también «ha representado una carga para las mujeres», ya que «han tenido que hacerse cargo de las familias» y de las «crisis generadas por el desplazamiento» en la región, explicó a Efe la hondureña Laura Zúñiga, hija de la ambientalista Berta Cáceres, asesinada el 2 de marzo de 2016.
«En Honduras hemos visto las caravanas de migrantes que tienen que ver con los impactos que produce el cambio climático en las cosechas, en la vida cotidiana. En estos casos de las migraciones también es a las mujeres a las que más les toca o nos toca también sustentar, amortiguar las crisis, hacerse cargo de las familias y sostener además los tejidos sociales a pesar de lo que implican los desplazamientos«, apuntó.
Al relegarles a las mujeres las tareas de cuidado, los impactos climáticos influyen en el nivel económico y social de la población femenina, con consecuencias directas como un incremento de la violencia de género, del matrimonio infantil o de la mortandad neonatal.
«El cambio climático profundiza todas las desigualdades preexistentes y ahonda en la desigualdad de género», señaló la fundadora de la organización socioambiental Jóvenes por el Clima Argentina (JOCA), Mercedes Pombo.
Ello porque sus consecuencias, ya sean incendios, inundaciones o sequías, «generan vulnerabilidad» y las mujeres suelen ser las encargadas de «buscar alimentos o agua potable» en medio de los desastres.
«Es necesario entender que las consecuencias socioambientales implican una gran diferencia en materia de tareas de cuidado de forma económica por el fenómeno de la feminización de la pobreza, que es un reclamo histórico del movimiento feminista«, especificó.
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Papel central en la lucha climática
Pero, aunque las mujeres sean las más afectadas por la crisis climática, ellas también ejercen un rol de protagonismo en la lucha contra sus impactos, ya sea a través de proyectos sociales, acciones legislativas o incluso del arte.
En ese marco, JOCA impulsó en 2019 en el Congreso de Argentina un proyecto de declaración de emergencia climática y una ley de presupuestos mínimos de adaptación y mitigación al cambio climático, así como el Plan de Desarrollo Humano Integral, que en concordancia con sindicatos, universidades y organizaciones sociales buscan la creación de empleos y la descentralización urbana con perspectiva ambiental.
En la vecina Bolivia, fue el amor el motor para que la activista Daniela Gutiérrez decidiera junto a su esposo plantar un primer árbol en la ciudad de Cochabamba, en lo que sería la punta de lanza para dar vida a la organización «Yo planto un arbolito», que desde 2017 ayuda a reforestar espacios urbanos para que sean una especie de pulmones en la urbe.
«Lo que más nos mueve y nos late por seguir trabajando por nuestra tierra es que podamos asegurar un futuro para nuestros hijos, nuestras comunidades, para que mis padres tengan una vejez digna y para que podamos sembrar un futuro para aquellos que vienen», dijo Gutiérrez.
La tarea no ha sido fácil, pero la activista tiene la convicción de que el cuidado del medio ambiente es una responsabilidad social e individual, así que también impulsa a las nuevas generaciones a continuar con este trabajo a través de talleres y charlas.
Cinco años después, ha logrado plantar más de 10.000 árboles y contribuido a crear un «bosque urbano» en su ciudad natal con la ayuda de al menos un centenar de voluntarios.
Ya en el sur del continente, la artista Norma Ávila trabaja desde hace 22 años con comunidades nativas de Paraguay para difundir las costumbres ancestrales indígenas, en especial a través del consumo de yerba mate, base de la bebida tradicional de ese país, el tereré.
«Hace poco hablaba con el abuelo con quien trabajo la yerba mate y él me decía que ellos son los últimos guardianes, que, si la selva nuestra desaparece, también el ser humano desaparece«, contó Ávila, para quien la «conexión» con la «madre tierra» es la que nos asegura «una vida digna, sana y en armonía con todos».
Para el futuro, la esperanza aprendida durante años de convivencia con los indígenas, le hace creer que, si el ser humano recapacita y vuelve a sus valores, «todavía la tierra se puede regenerar».
A miles de kilómetros de distancia, Graciela Coy se ha consolidado como una de las defensoras ambientales en Guatemala, una de las 15 naciones más vulnerables ante los riesgos climáticos y donde trabaja por la conservación del río Dulce junto a la organización no gubernamental indígena Asociación Ak’ Tenamit.
«Nuestro país cuenta con una gran biodiversidad y uno de los compromisos que nosotros tenemos como institución y como organización indígena es la conservación de la madre naturaleza que nos rodea desde nuestra cosmovisión», afirmó a Efe.
La misión, no obstante, no es simple, ya que Coy recordó que existen «muchos desafíos» para llevar a cabo su labor.
«Es uno de los grandes retos que tenemos como mujeres, pero de igual manera eso se puede convertir en una fortaleza al elevar nuestra participación en diferentes espacios», evaluó.
Pero sea cual sea los frentes de lucha, si hay un punto común que une a todas esas mujeres en los más distintos países latinoamericanos es su «resistencia» por existir y sobrevivir en un mundo marcado por el patriarcado.
La mujer «aprendió a luchar, a conspirar formas de resistencia que tienen que ver con el cuidado de la vida. Y en este caso, el cambio climático va muy acompañado de la arremetida de los territorios, por ejemplo, a la apropiación del agua, del bosque, de la tierra», sintetizó la hondureña Laura Zúñiga.
Nayara Batschke desde Sao Paulo, Germán Reyes desde Tegucigalpa, Augusto Morel desde Buenos Aires, Yolanda Salazar desde La Paz, Laura Barros desde Asunción y José Carlos Móvil desde Ciudad de Guatemala.
#PA. EFE.
12 de marzo del 2022.