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El estudio, que se basa entre otros en datos recopilados por la reaseguradora Munich Re y el laboratorio de ideas Risklayer, calcula que de 1980 a 2020 perdieron la vida entre 85.000 y 145.000 personas a causa de esos fenómenos extremos.
Las olas de calor causaron más del 85 % de las muertes en ese período, en especial la registrada en 2003, que pudo suponer entre el 50 y el 75 % del total, mientras que las ocurridas en años posteriores provocaron una cifra menor debido a las medidas de adaptación climáticas tomadas en los distintos países.
El informe recopila datos de los 27 países de la Unión Europea (UE), Noruega, Suiza, Turquía, Islandia y Reino Unido.

En términos absolutos, las mayores pérdidas económicas se registraron en Alemania (107.572 millones), Francia (98.994 millones), Italia (90.061 millones) y España (60.976 millones).
Suiza, Eslovenia y Francia, por ese orden, registraron las mayores pérdidas per cápita, y por área, Suiza, Alemania e Italia.
El estudio destaca que alrededor del 23 % de las pérdidas totales estaban aseguradas, aunque dentro del continente se registraron grandes oscilaciones: del 1 % de países de Rumanía y Lituania al 55 % de Países Bajos y el 56 % de Dinamarca.
Alemania perdió 42.394 vidas por esos fenómenos extremos, Francia, 26.775; Italia, 21.603; y, España, 16.181, según el cálculo efectuado por Risklayer.
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Fenómenos climáticos extremos
La AEMA resaltó que a pesar de las recomendaciones de la Comisión Europea y otras organizaciones internacionales, la mayoría de países miembros de la Unión Europea no cuentan con mecanismos para recoger y registrar pérdidas económicas por eventos climáticos extremos de forma homogénea y con suficientes detalles.
El impacto de estos fenómenos, que se espera aumenten por la crisis climática, debe ser monitorizado para informar a los actores políticos, de forma que estos puedan mejorar las medidas de adaptación y de reducción de riesgos «para minimizar los daños y la pérdida de vidas humanas».
La AEMA apunta a que aumentar la cobertura de seguro puede ser una herramienta «clave» de gestión de riesgo financiero para aumentar la capacidad de recuperación de desastres, reducir la vulnerabilidad y promover la resiliencia.
#PA. EFE.
5 de enero del 2022.