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Las plagas urbanas y rulares una amenaza oculta del calentamiento global

Cuando aumenta la temperatura, se acorta el ciclo de vida de los insectos, lo que hace que haya más generaciones de esa especie a lo largo del año. Efectos que se manifiestan con claridad en la producción agrícola y durante las epidemias en las ciudades.

Cuando aumenta la temperatura, se acorta el ciclo de vida de los insectos, lo que hace que haya más generaciones de esa especie a lo largo del año. Efectos que se manifiestan con claridad en la producción agrícola y durante las epidemias en las ciudades.

La reciente cumbre climática de la ONU celebrada en Glasgow selló el compromiso de los 197 países participantes para limitar el aumento de las temperaturas hasta el año 2100 en 1,5 grados, cifra que anteriormente se preveía alcanzar en el plazo de solo veinte años.

Según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, ese incremento va a suponer aún más olas de calor y un alargamiento de las estaciones cálidas, en detrimento de las frías.

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Cambio climático

Teniendo en cuenta que cada insecto tiene una temperatura óptima metabólica, el calentamiento global está provocando que les proporcionemos a las plagas las condiciones que necesitan para reproducirse y propagarse.

Por tanto, las reglas de juego en el control de plagas se han roto, y los métodos que utilizábamos en el pasado se encuentran en continua revisión.

Los veranos más cálidos y los inviernos más suaves alargan las temporadas de actividad de artrópodos como los mosquitos, las termitas, las garrapatas o las moscas, y provocan cambios en su distribución geográfica.

De este modo, plagas como el mosquito tigre o el virus del Nilo han pasado de ser especies invasoras a ser habitantes habituales de nuestro entorno.

Además, los insectos suelen tener una enorme capacidad de adaptación, por lo que, una vez asentados, su proceso de colonización es prácticamente irreversible.

Por eso es tan importante poner en cuarentena a las especies invasoras que se desplazan a nuestro territorio animadas por el aumento de las temperaturas, tan pronto como las detectamos.

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Consecuencias directas de la crisis climática

Más allá de la redistribución geográfica, hay tres consecuencias directas del cambio climático que nos preocupan cuando hablamos de plagas urbanas.

En primer lugar, cuando aumenta la temperatura, se acorta el ciclo de vida de los insectos, lo que hace que haya más generaciones de esa especie a lo largo del año.

En segundo lugar, el cambio climático beneficia a los insectos más resistentes, debilitando a los que hasta ahora actuaban como fitosanitarios y protegían el equilibrio en la agricultura.

Finalmente, el calentamiento global modifica algunas de las propiedades químicas y físicas de los insecticidas, tales como la estabilidad, la vaporización, la penetración o la degradación, lo que puede alterar, para bien o para mal, la eficiencia de las metolodogías que actualmente implementamos contra las plagas urbanas.

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Plagas

Todo ello nos lleva a los efectos de este desequilibrio en el tablero de plagas. Efectos que se manifiestan con claridad en la producción agrícola y, por lo tanto, en el acceso a los alimentos.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las plagas destruyen al año hasta un 40% de la producción global de cultivos.

Y de acuerdo con un estudio publicado en la revista Science, el aumento de plagas en vegetales provocará en los próximos 20 años pérdidas mundiales de cosechas de arroz, maíz y trigo entre un 10% y un 25% por cada grado centígrado que suban las temperaturas superficiales medias en el mundo.

Además, el hecho de que las plagas puedan contaminar los alimentos puede generar cuantiosas pérdidas económicas a las empresas y, en el peor de los casos, problemas de salud en la población.

Ante este contexto, es responsabilidad de todos dotarnos de las herramientas y las medidas higiénicas y sanitarias adecuadas para neutralizar las plagas y evitar que tengan un impacto negativo en nuestro bienestar.

Del mismo modo, las empresas de sanidad ambiental tenemos que adquirir el compromiso de actualizar y optimizar continuamente nuestras técnicas de control de plagas para garantizar su eficacia.

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